lunes, 17 de noviembre de 2008

El Rey de las dos orillas




Fotos:Juan Pedro

Dicen que la ciudad no descansa en su rutinario ajetreo entre discurrir de andas, que bien por su condición de relevante Gloria o bien por la de búsqueda de un hueco en el orgulloso tránsito por Sierpes, pasando por las más cercanas glorias a devotos de aquellas parroquias en su continua difusión de la Palabra del Padre del Gran Poder.

Dicen que en Triana se respira aire de otra época, que sabe al olor de cerámica, que te invade la fragancia de azahares por San Gonzalo. Con un testigo presente en todas estas innumerables cosas ya pertenecientes al aroma de un recuerdo. Un testigo, el vecino más antiguo de la calle Pureza, un día fue a visitar a su abuela a la plazuela de su nombre “Sant´ana” de la mano
de su “Mare” gitana, en el barrio conocida como Esperanza.

En pocas horas, de esas que se cuentan por minutos divinos, de esas de carreras de priostes, de incienso que viene y costales que van. A un lado del puente se rezaba con la oración callada, que solo el paso serio del que reinó un día en San Lorenzo da. Se rezaba al compás de racheo suave sobre esos privilegiados adoquines soportando el peso cruel del Mayor Dolor de María.

Un fervor desconocido y no hecho para ser expresado bajo luces de Natividad.

Demuestra Hispalis tu conocimiento eterno en tales momentos, esa Fé que solo tú sabes manifestar, sea siempre ejemplo del lugar que responde al clasicismo penitente y de la imperturbable religiosidad barroca sevillana.

Y en la orilla de Belmonte todo se torna al son de “Bulerías de San Román” por repique de palilleras. La costalería cobra un papel primordial, que no quita el de primoroso, para el día en que el Salvador le dio el sol de otoño sobre el que le destelló la luz de una Estrella mientras sostenía el peso del “maero” ya caído en tierra para que Triana pueda verte y arrancar a cantar con la más profunda emoción, con cornetas, con trompetas y tambores para llevar el “mecío” de tu Madre y sea el que te lleve por San Jacinto hasta el regocijo, de nuevo, entre tu Abuela y Su Hija.

En esas pocas horas, El Rey de Sevilla fue a ambas orillas, bendijo al pueblo que de manera inamovible está presente y es capaz de arrastrar tu pena sobre zapatillas al Calvario. ¡Egoístas de nosotros! Te llevamos hacia el y Tú nos deleitas de bondad haciendote presente en Triana y Sevilla, para una nueva muestra de divinidad que nos dejas a nuestra merced, porque en Sevilla y Triana reina las Tres Caídas del Gran Poder en ambas orillas.


Juan Pedro Mendoza Mejias